domingo, 17 de julio de 2011


Ese día, cuando amanecía, las sabanas rozaban mis piernas. Sabia que iba a ser el mejor día de toda mi vida. Por fin, nos habíamos decidido a quedar. Era normal de estar nerviosa y no saber que hacer cuando lo viera. Cada vez que pasaba un solo segundo, estaba mas feliz. Llego la hora. Nos saludamos y nos sentamos en el famoso banco de aquel parque, donde todo el mundo que pasaba te saludaba, aunque no te conociera absolutamente de nada. Hacia fresquito, pero para rematar siempre tenia que haber un granizado de limón de esos que te dejaban congelada por dentro. El plan perfecto de una tarde, un granizado y un parque. El parque no era cómodo, queríamos un lugar mas intimo. Las vías del tren fue lo principal. Todo eran risas, miradas ciertamente cómodas y alguna que otra caricia de por medio. Cada uno en una parte, con su equilibrio, su granizado y cogidos de la mano. Anochecía rápidamente, nos quedamos sentados ante el sol, cada vez menor. El granizado lentamente se deslizo por el suelo. Estaba aguado. El me cogió de la mano, e hizo mi sueño realidad. Sus labios lentamente se juntaban con los míos. Sentí lo que nunca había sentido. Lo pase como nunca antes, pero sobre todo; viví, que es lo importante en esta vida.

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